jueves, 3 de marzo de 2016

Hagamos una introducción

Hacía mucho que quería empezar algo así. No es que hubiese pensado exactamente en ponerme a escribir un blog. Más bien no tenía ninguna idea concreta. Sólo tenía las palabras exactas, los sentimientos y sensaciones que quería expresar; ya sea en forma de blog, de página de Facebook o yo que sé, en forma de una simple hoja de Word de mi portátil.

Finalmente ganó el blog.

Pero ahora me tocará explicar qué narices es todo esto. No es un blog de moda. Estoy harta de ese tipo de blogs, todos tan iguales y tan aburridos. Todo el mundo escribe blogs de moda.
Y como me aburren tanto, decidí hacer algo con lo que de verdad me siento identificada. Un blog anti-moda. Algo así como un conjunto de ideas, conclusiones y quejas que yo misma he formado dentro de mi cabeza.
Pero entonces, ¿qué es lo de anti-moda?
Para que me entendáis mejor, os explicaré uno de los detonantes que me animó a dar el paso de comenzar a escribir esto. A ver si así consigo que entendáis mi idea.

Hace unas semanas, no sé exactamente cuantas, pero no muchas, quedé con una de mis mejores amigas, Ana. Fuimos a un bar al que solemos ir mucho, porque está cerca de nuestra zona, es muy barato y suele haber mucho barullo de gente joven. Se trata del Mercado Provenzal de Cuzco (de Alberto Alcocer si nos ponemos puntillosos). Mientras hablábamos y tomábamos cerveza, una chica pasó por nuestro lado dirección al lavabo. Típica "chica-postu", ya sabéis: pelo largo y liso, sin cepillar, bastante maquillada, abrigo de pelo, pantalones hiper-campana, botines de plataforma, aros de plata... Y extremadamente delgada. Vamos, el modelo de chica Bernabéu.
Segundos después, volvió a pasa a nuestro lado. Yo no daba crédito: "¿pero esa chica no acaba de ir al baño?" pregunté a mi amiga. Ella se rió. "No Paula, es otra chica".
Pero, ¡si eran exactamente iguales!
Ambas chicas, delgadísimas y súper altivas, se sentaron en una mesa cercana a la nuestra con un vaso de agua cada una. Obviamente no podían estar así de delgadas bebiendo cerveza. Para ellas sólo agua.

No dejé de dar vueltas a ese momento en toda la semana. ¿En qué nos estábamos convirtiendo? ¿Éramos todas las chicas de Madrid una especie de lote estándar que seguíamos los mismos patrones? Hasta tal punto llegó mi cacao, que esa misma semana me corté el pelo. No quería verme como todas ellas. No quería ser un modelo estandarizado para gustar.

Y así empecé a convencerme de que tenía que escribir lo que pienso al respecto. Sobre la moda. Sobre las modas.
Y es curioso que yo, que vengo de una familia bastante introducida en el mundo de la moda y la belleza, tenga la necesidad de contarle a quien quiera leerme todo lo malo que la modas nos pueden traer.
Porque para mí la moda es cultura, es historia, es una forma de entender las sociedades del planeta y su forma de vida. Para mí la moda es abrir la mente al pasado, al futuro, a otros pueblos y civilizaciones.

¿Pero qué pasa cuando la moda deja todo eso en un segundo plano para convertirse en dictadora de la vida de muchas personas?